Max Heindel pretendía que él era un
gran experto en los desdoblamientos astrales, y es así que en su libro “Enseñanzas de un Iniciado”, sobre este tema él escribió lo
siguiente:
« Hace algún tiempo, mientras me
hallaba en mi cuerpo sutil viajando hacia un país lejano donde tenía una misión
que cumplir, oí de repente un grito. Y es que aunque la voz humana puede ser
oída solamente en el aire, hay tonos superiores que se oyen en las regiones sutiles,
a distancias que exceden a las atravesadas por la telegrafía sin hilos.
Este grito, sin
embargo, venia de cerca, y yo estuve en el lugar del suceso en un instante,
pero no lo bastante pronto como para prestar la ayuda necesaria. Hallé a un
hombre resbalando por un terreno abrupto, sin vegetación, de unos cuatro metros
de ancho, y como luego pude comprobar, casi liso, sin la menor grieta donde se
pudieran asir los dedos.
Para haberle
podido salvar hubiera tenido que materializar mis brazos y mis hombros, pero no
hubo tiempo, ya que cuando llegué el hombre ya había resbalado por el borde del
precipicio y cayó al fondo, probablemente hasta varios cientos de metros de
profundidad, aunque no estoy muy seguro, pues tengo poca facilidad para esta
clase de apreciaciones.
Empujado por un
sentimiento natural de fraternidad humana, yo fui detrás de él, y en la bajada
observé el fenómeno que es la base de este artículo, es decir, que cuando el cuerpo de ese hombre hubo alcanzado una
velocidad considerable, los éteres que componen su cuerpo vital empezaron a
esparcirse hacia fuera, y cuando el cuerpo chocó abajo contra la roca, quedando
como una masa desfigurada, ya quedaba poquísimo éter en él, si es que todavía
había algo.
Pero
gradualmente los éteres se reunieron entonces y retomando forma, y flotaban con
los vehículos más finos por encima del cuerpo aplastado; pero el espíritu del
hombre estaba completamente atontado e incapaz de darse cuenta del hecho de su
modificado estado.
En cuanto vi
que toda ayuda era inútil por el momento, me marche; pero meditando sobre el
asunto me pareció que algo fuera de lo común había sucedido y que me incumbía
el deber de averiguar si los éteres salían de este modo de todo cuerpo que cae.
Y en el caso afirmativo, ¿por qué razones? »
(Capítulo
1)
Para la persona que no sabe de
esoterismo esta historia puede parecerle muy interesante, pero el hecho de que
Max Heindel haya detallado cómo él observó moverse los éteres mientras que ese
hombre caía, demuestra que él está inventando este relato, porque resulta que
en realidad los éteres no existen, ya que son una mentira inventada por Charles
Leadbeater como se los evidencio en este otro capítulo (link).
Y hay que precisar que Max Heindel
no hablaba propiamente de desdoblamientos astrales, debido a que él afirmaba que esos
viajes los lograba por medio de su cuerpo vital (lo cual la Teosofía dice que
es incorrecto ya que el cuerpo de vitalidad no es un portador de la conciencia).
Pero como las narraciones que dio Max Heindel corresponden a los
desdoblamientos astrales, es por eso que sus supuestos desplazamientos sutiles los defino de esa manera.
Y más adelante en ese mismo libro,
Max Heindel añadió:
« En
la noche del 9 de abril de 1910, en ocasión en que la luna se hallaba en Aries,
mi Maestro rosacruz apareció en mi habitación y me dijo que una nueva década
(ciclo) había empezado aquella noche.
La noche anterior yo había terminado
mi trabajo en el Centro de la Fraternidad que se acababa de formar en Los
Ángeles, y había estado viajando y dando conferencias durante seis noches de la
semana, y además durante algunas tardes. Y desde mi trabajo de publicación del
libro en Chicago había estado enfermo y me retiré de los trabajos en público
para recuperar la salud.
Yo sabía que era muy peligroso
abandonar el cuerpo conscientemente estando enfermo, porque el éter es entonces
excesivamente tenue y el cordón plateado se rompe fácilmente. Y bajo estas
condiciones la muerte provocaría el mismo sufrimiento que el del suicidio, y
por esta razón se advierte al Auxiliar Invisible que debe quedarse siempre en
su cuerpo cuando sufre algún mal.
Pero ante la solicitud de mi Maestro
me dispuse para dar el vuelo del alma hasta el Templo, y un guarda se quedó
para cuidar de mi cuerpo enfermo. »
(Capítulo
20)
Y aquí una vez más Max Heindel está
inventando esta historia, porque cuando ustedes ya han estudiado el esoterismo con
mayor profundidad y analizan la enseñanza de Max Heindel, se dan cuenta que esta
no tiene nada de rosacruz, sino que en realidad en una copia de todas las
falsedades que inventaron Charles Leadbeater y Rudolf Steiner.
Pero Max Heindel para darse más
prestigio, él pretendió que se había vuelto discípulo de un “Maestro rosacruz” y
que seguido él viajaba astralmente desde los Estados Unidos hasta el Templo de
los Rosacruces situado en Alemania para atender asuntos importantes.
Y es así que en su libro “Principios de salud y curación”, Max
Heindel siguió presumiendo sus capacidades para desdoblarse, ya que ahí él
escribió:
« Una
vez convertido en discípulo, en hermano lego o miembro de una Escuela de
Misterios, siempre será uno discípulo, hermano lego o miembro de esa Escuela.
Pero aunque esto es así y vida tras vida volveremos a relacionarnos con la
misma Orden a la que ya hemos estado afiliados en las anteriores existencias,
podemos en cualquier vida conducirnos en tal forma que nos resulte imposible
darnos cuenta de ello cerebralmente.
Y en beneficio de todos los estudiantes
mencionaremos un caso que viene a punto:
Cuando fuimos llevados [por medio de
nuestros cuerpos astrales] al Templo de la Orden de los Rosacruces en Alemania,
nos sorprendió encontrarnos con un hombre que habíamos conocido en la Costa del
Pacifico; y con esto quiero decir que lo habíamos visto unas cuantas veces
allí, aunque nunca habíamos hablado con él.
En ese tiempo se hombre parecía
gozar en la sociedad con la que estábamos vinculados, de una posición muy por
encima de la nuestra, y nunca habíamos sido presentados a él. Sin embargo, me
saludó calurosamente y parecía como si estuviera muy al tanto de mi vinculación
con esa sociedad, acerca de nuestro encuentro con ella, etc.
Al volver a América esperábamos
obtener mucha información de este hermano, si teníamos la fortuna de volverlo a
encontrar en el Oeste. Y cuando llegué a la ciudad en donde él residía, algunos
amigos comunes nos dijeron que él nos estaba esperando y sentimos mucho deseo
de verlo.
Por lo tanto, tan pronto como nos
encontramos, nos dirigimos sin vacilar hacia él y le dimos un caluroso apretón
de manos. Él también pareció reconocernos y nos llamó por nuestro nombre, y
todo parecía indicar que él sabía lo que nos había ocurrido a ambos mientras
nos encontrábamos fuera del cuerpo.
Además, nos había dicho en el Templo
que recordaba todo cuanto le ocurría mientras se encontraba fuera de su cuerpo,
lo cual creímos sin vacilación alguna puesto que nos constaba que él tenía un
grado mucho más elevado que el primero en el que acabábamos de ser recibidos.
En el día de nuestro encuentro
físico, después de conversar unos momentos, dijimos algo que le hizo mirarnos
como si estuviera confundido. Nos habíamos referido a cierto incidente ocurrido
en nuestro encuentro [astral] en el Templo, y él parecía como si nada supiera
al respecto.
Sin embargo, ya habíamos dicho tanto
que nos vimos obligados a decir más, pues de lo contrario habría parecido
tonto, y le recordarnos que él había afirmado que recordaba todo.
Entonces negó esto último, y al
final de la entrevista me pidió insistentemente que tratara de descubrir por
qué si él era un hermano lego de la Orden de los Rosacruces, no podía recordar
lo que le ocurría cuando estaba fuera de su cuerpo físico.
Él había estado, como me constaba,
en varios oficios del Templo y había tomado parte en ellos, aunque
cerebralmente ignoraba en absoluto lo que había ocurrido. Pero el misterio se
develó poco después cuando supimos por él mismo que fumaba cigarrillos y usaba
otras drogas que le obscurecían el cerebro hasta tal punto que le era imposible
recordar nada de sus experiencias psíquicas. Y cuando le dije esto, él hizo un
denodado esfuerzo para librarse de ese hábito. »
(Capítulo 7)
Y aquí una vez más Max Heindel está
mintiendo porque tanto Blavatsky como el maestro Morya eran muy aficionados al
tabaco, y en ninguna parte se menciona que ellos no recordaran lo que habían
hecho durante sus desplazamientos astrales, sino que por el contrario, los
testimonios indican que ellos dominaban grandemente el viaje astral.
CONCLUSIÓN
Y este es un
ejemplo más del profundo charlatanismo que tuvo Max Heindel, quien no solo tuvo
el descaro de pretender que sus plagios eran una enseñanza rosacruz, sino que
además él inventó todas estas historias para impresionar aún más a sus
seguidores.
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